Por perder la cabeza
siempre me encuentro salvado
por el escrúpulo de un alma
que suele ser atraído por mi soledad pasiva,
que no pierde la calma,
por los suspiros aterradores
en llantos y cadenas,
que suelen ser ataudes
similares a mi trágico
y nefasto vitalicio
de ser tomado
y hostil que me trata de llevar
hacia ellos.
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